
Conoced la verdad y ella os hará libre
La Iglesia y yo
08.07.2013 22:34La sensación que tengo hoy al entrar a una iglesia es muy diferente a la que sentía hace unos años, tan diferente como la luz y la oscuridad. Han tenido que pasar eventos en mi vida para que esto se produjera.
Fue extraño que mi madre, no siendo muy católica, cuando yo cursaba primero básico me cambiara a un colegio católico en el cual permanecí hasta terminar mis estudios secundarios. Por si lo conocen, estudié en Colegio Parroquial San Miguel ubicado en la comuna de San Miguel, paradero 6 de la Gran Avenida. Es aquí donde se potencio, en el anonimato, mi amor a cristo y a su iglesia.
Recuerdo me gustaba mucho cuando, en horario de clases, nos llevaban del colegio a la iglesia para participar de alguna eucaristía. Era un deleite recorrer esos misteriosos pasajes interiores que comunicaban ambos mundos y que estaban uno al lado del otro. Ya estando dentro de la iglesia me gustaba observar los vitrales de colores, las escenas del vía crucis, las imágenes del arcángel San Miguel derrotando a las huestes demoniacas, ver la cruz detrás del altar, escuchar el sonido del eco al interior, el sonido del crujir de las bancas de madera, etc. Ya comenzada la misa, la escuchaba con mucha atención, ya que, todo para mí era solemnidad. Nunca tuve una imagen de un Dios castigador, o de un Dios observante incesante e omnipresente, como muchos relatan. Muy por el contrario, la imagen de Dios que siempre he tenido es de un Dios que nos ama de manera incondicional, que desea por sobre todas las cosas que también lo amemos, que por el amor que nos tiene mandó a su hijo al mundo, el cual también es Dios, que murió para nuestra salvación y que nos deja obrar libremente con la intención de que lo escojamos a él.
En mi adolescencia, cuando iba a la Iglesia, me dedicaba a observar a las personas que estaban sentadas en los asientos delante de mí. Era como un juego, en el cual, con solo mirarlos podía percibir su nivel espiritual. Los segmentaba en bajo, medio y alto. A los “bajos” los percibía como personas que se sentían muy espirituales por estar en misa, pero que en su corazón poco o nada alojaban la palabra de Dios. A los “altos” en cambio los sentía fuertes en su fe, emanando un nivel de espiritualidad altísimo. Si no lo percibía ni bajo, ni alto, lo segmentaba como “medio”. Con los sacerdotes me pasaba lo mismo, también percibía su nivel de espiritualidad. Estas sensaciones las guardaba en mi corazón y trataba dentro de lo posible de no emitir juicio sobre estas sensaciones que por lo demás podrían estar erradas, ya que, estaban dentro del ámbito de lo abstracto.
Descubrí que las misas eran un lugar ideal para poder apreciar el campo electromagnetico (aura) que rodea al cuerpo de las personas. Les miraba fijamente la nuca y al pasar unos minutos podía observar que emanaban unos colores que me llamaban la atención porque eran muy intensos. Según lo que puedo ver a otros, en todos nosotros las primeras capas de estos colores son amarillo y azul, algunos violeta, después de esta capa primaria vienen otras que pueden ser verde, dorado, rojo o blanco sobre todo en la cabeza cuando se ora. No veo lo mismo que sale en las fotos Kirlian. Temas de nuestra naturaleza energética. No obstante, esta cualidad la pierdo cuando baja mi nivel espiritual, y la verdad no es algo que me interesaría desarrollar.
En la actualidad la gente se ha alejado de la iglesia, muchos solo van a misa cuando les toca asistir a un bautizo, o a algún matrimonio, en donde más encima faltan el respeto al sacerdote. Se dedican solo a hablar y actualizar de su vida a sus familiares. Yo también he dejado de ir a la Iglesia últimamente, pero sigo guardándole el respeto que se merece lo sagrado.
¡Tengo que volver! Una cosa que me llevó a un alejamiento físico con la iglesia pasó cuando tuve familia, específicamente, cuando comencé a tener hijos. Aquí tengo una crítica constructiva a los sacerdotes y diáconos. Es muy complicado para uno tener que ir a la iglesia los domingos con los hijos pequeños, una que no comprenden en que está uno y otra es que tienden a aburrirse, con lo cual empiezan a incomodarlo a uno y a su entorno. ¿Por qué no implementan, algo así como, guarderías o espacios donde los niños pequeños puedan ser evangelizados de una manera más acorde a su edad? Esto aliviaría a los padres y los motivaría a asistir con mayor frecuencia a la iglesia a escuchar la palabra de Dios. Me imagino que en algunas iglesias se debe haber implementado alguna solución similar. ¡Para que descubrir la rueda nuevamente! Pero bueno, desde que formé familia mi asistencia a misa ha tenido sus lagunas. Debo confesar que no soy constante en la asistencia y que deseo poder mejorar mi continuidad. No quiero justificarme y echarle la culpa a los sacerdotes del por qué no asisto últimamente a misa. Creo es mi falta de persistencia en este tema específico y el cual debo saber solucionar. Siempre es bueno escuchar en la eucaristía la palabra de Dios y no es lo mismo vivir la fe desde la casa.
Entonces, volveré, porque sé me están esperando con los brazos abiertos, sé que Dios me ama tal cual soy. Volveré, porque Dios me necesita, no acá en mi casa, sino que allá con él, en su casa. Volveré, porque a pesar de que soy un caminante muchas veces cansado de caminar, siento que me llegarán nuevas fuerzas para comenzar nuevamente el camino. Volveré, porque creo nunca es tarde para volver a nacer.
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